sábado, 20 de enero de 2007

POLITICA CIENTIFICA

Países con investigadores pero sin Ciencia


(Este artículo lo leí en "Chemedia - El portal de la ciencia y la técnica" y me pareció lo suficientemente interesante para transcribirlo en el blog)

En Latinoamérica no tenemos, ni jamás hemos tenido, ni vamos en vías de tener Ciencia, en el sentido moderno de la palabra.

La polisemia de las palabras confunde a la gente, que sigue cometiendo el costosísimo error de usar "conocimiento", "ciencia" e "investigación" indistintamente.

Por ser argentino, cada vez que afirmo que no tenemos Ciencia, me refriegan por la nariz los honrosos premios Nobel de Houssay, Leloir y Milstein y, por ser mexicano (vine exiliado y mantengo ambas nacionalidades), cada vez que afirmo que no tenemos Ciencia alguien se ofende y me aclara que los mayas conocían el cero, y los aztecas podían calcular eclipses con mayor exactitud que los europeos de su tiempo. Debo entonces aclarar el punto, no sea cosa que también los investigadores caigamos en la tontería popular de creer que ser científico consiste en calarse anteojos gruesos de carey y usar aparatos complicados.

La Ciencia es antes que nada una manera de interpretar la realidad. No depende de qué conoce, ni de que sus enunciados sean verdaderos, sino de cómo lo conoce. El conocer científico rechaza el Principio de Autoridad, por el cual algo es verdad o mentira dependiendo de quién lo diga.

Para no caer en juegos de palabra preguntémonos ¿Qué ve un latinoamericano cuando observa la Ciencia que tienen en el Primer Mundo? Por supuesto ve laboratorios, congresos, becas, publicaciones y toda la parafernalia que acompaña a la investigación. Lo que en cambio no capta, es que todo ese aparato colosal no tendría sentido si no hubiera una Ciencia que, como digo, convierte la información en conocimiento y luego en aplicaciones.

Así y todo, surgen excelentes investigadores, en el sentido de que llegan a publicar en las mejores revistas del mundo, ganan todo tipo de premio, pero que se transforman en productos de exportación hacia el Primer Mundo, pues Latinoamérica sigue sin tener un uso social para el conocimiento científico.

Un ministro de economía lo dijo con meridiana claridad: "Prefiero que los investigadores vayan a lavar platos". Fue un rapto de honestidad sublime, pues el señor ministro sabía muy bien para qué sirve lavar los platos, en cambio no tenía la menor idea del papel de la Ciencia en una sociedad moderna.

Esto da origen a toda una patología social, debida no sólo a la falta de Ciencia, sino al creer que con tener algunos miles de investigadores hambreados -sobre todo si destacan- se tiene Ciencia.

Una sociedad que no sabe para qué sirve el conocimiento, no tiene la visión del mundo necesaria para desarrollar la Ciencia.

Cada vez que un funcionario enuncia lo que el llama "política científica", exhibe, indefectiblemente, unas pizzas cuyos sectores especifican "Tanto dinero para becas", "Tanto para subsidios", "Tanto para viajes".

Es realmente monstruoso que sigamos otorgando doctorados EN CIENCIA, a muchachos a quienes sólo hemos instruido en el uso de un espectrofotómetro y en el manejo de la bibliografía, pero que no tienen siquiera una idea remota de qué es la Ciencia, cuál es su estructura y su inserción en la sociedad. Prueba de ello es que caen en tonterías postmodernistas, como la de afirmar que "la Ciencia no ha cumplido sus promesas", como si en la naturaleza de la Ciencia hubiera algo que le permita hacer promesas.

Algunos de nuestros países están haciendo un esfuerzo realmente excepcional por divulgar la Ciencia. Pero por ahora se concentran en "los hechos" de la Ciencia. Pero jamás divulgan qué es la Ciencia, cuál es su estructura, cómo funciona, por qué Latinoamérica no la tiene, por qué se ponen funcionarios economicistas a manejarla.

En nuestros países se enseña una historia de la Ciencia, que no es más que una retahílas de grandes genios y, cuando se discuten sus bases filosóficas, invariablemente se van por las ramas.

Suelo preguntar a los doctorandos cosas como "Priestley, al oxígeno ¿lo inventó, lo diseñó, lo predijo teóricamente, lo sintetizó, lo descubrió o qué? No saben. Les he llegado a pedir que comenten frases como "Sobre la base de que Newton era inglés, el parlamento británico, se siente con derecho a cambiar la Ley de Gravedad". Las respuestas, deprimentes, me confirman que no tienen la menor idea de qué es esa Ciencia en la que están recibiendo un doctorado (Varios han opinado que la Ley de Gravedad es patrimonio de la humanidad, y otro trataron de apaciguarme asegurándome que los norteamericanos no lo van a permitir).


Deberíamos adoptar el lema: "Todo aquel que tenga que ver con la Ciencia, debe capacitarse para saber de qué se trata". Quienes trabajan en empresas petroleras, telefónicas o del chocolate, aunque se trate de tareas administrativas, deben tomar cursillos de capacitación, donde les explican qué es el petróleo, un teléfono o el chocolate, les narran sus historias, les describen sus industrias; en fin, aunque esos empleados sólo tengan que ver con ventas, sueldos e impuestos, al cabo de cierto tiempo saben cuál es la tarea de que se ocupan sus empresas.

Por el contrario, nosotros, los investigadores, solemos acatar las normas impuestas por funcionarios que acaso ayer fueron echados por incapaces de una empresa automotriz, pero que en un par de meses ya se sienten capacitados y autorizados a presentarnos sus "pizzas administrativas", que reciben el pomposo título de "política científica".

Después de todo, no podemos esperar que la sociedad entienda qué es ni para que sirve la Ciencia, si ni siquiera formamos investigadores que lo sepan, y si no somos capaces de transformar al menos la pequeña capita de sociedad que tiene que ver con nuestra función.


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